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Opinión

HÉROES DE LA CUADRA

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VIERNES DE VEJENTUD.
Por Pedro F. Rivas Gutiérrez
El más rápido, el más fuerte, el mejor con el papagayo y el trompo, el que era bueno para las trompadas, todos eran héroes de la cuadra. Pero había otros.
—¡Córrele, vamos a ver a Javier!
—¿Qué le pasa?
—Se empachó y se desmayó. Lo están abanicando por su mamá.
Ahí iba yo corriendo, entre asustado y curioso. Eso del desmayo ya sabía más o menos cómo era, no en vivo, pero en alguna película había visto que a la muchacha se le pusieran los ojos en blanco y cayera en los brazos del joven.
Pero lo del empacho era una novedad. ¿Qué es eso? ¿De qué se trata? ¿Será peligroso? Pues quién sabe, lo mejor es ir a ver.
Achocados en la puerta de la casa, veíamos al gordo en su hamaca y a su mamá meciéndolo y dándole aire con uno de aquellos abanicos de palma que servían para avivar el fuego del carbón en las hornillas. Santo remedio, al poco rato ya se había repuesto, no del todo, pero sí lo suficiente como para aguantar el regaño de su mamá por haberse embutido de francés, queso Daysi, chiles jalapeños, charritos y quién sabe cuántas cosas más, hasta que le dio el soponcio.
¡Qué curioso! Para su mamá era casi un delincuente y para nosotros era digno de admiración. Era el primero de la cuadra en tener un empacho y desmayarse. No cualquiera.
¿Qué sentiste? ¿Duele? ¿Viste estrellas? Aquel, con gesto adusto y aires de grandeza, gozaba sus quince minutos de fama, contestando con lentitud y tono lastimero cada pregunta.
Cuando a alguien de la cuadra le pasaba algo que no le hubiera pasado a ningún otro, era como un héroe. Se volvía el centro de atención de todos y asumía su papel con entereza.
Así pasó cuando el Negro se cayó de la mata de huaya y también cuando a Raúl lo atropellaron. Los dos con varias fracturas. Afortunadamente para ellos, no al mismo tiempo, así pudo cada uno disfrutar su momento de gloria.
Claro que para las familias la cosa era diferente. Sustos, carreras, médico, medicinas, gastos, etc.
Así eran las cosas en aquellos tiempos en los que el tamaño del mundo era como de cinco cuadras a la redonda y las más grandes preocupaciones eran no tronar un examen, no ser excluido de los juegos y quedarte con el vuelto de las tortillas.
¡Ah!, y que de vez en cuando te pasara algo que te convirtiera en el héroe de la cuadra, aunque fuera por quince minutos.
PFRG
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