Opinión
Golpe de Estado al Tricolor

Capítulo oscuro
Por Alejandro A. Ruz
En un movimiento que ha sacudido los cimientos de la política mexicana, Rafael Alejandro “Alito” Moreno Cárdenas ha logrado mantener su poder dentro del Partido Revolucionario Institucional.
La reciente Asamblea Nacional Extraordinaria del PRI aprobó por mayoría una serie de reformas que permitirán a Moreno Cárdenas permanecer como dirigente hasta 2032, un hecho que no ha pasado desapercibido ni exento de controversias.
La decisión de prolongar el mandato de “Alito” Moreno no solo refleja el estado actual del PRI, sino también la urgencia del político para aferrarse al poder en medio de adversidades y críticas.
“Alito” Moreno no es un líder que evite la confrontación; de hecho, parece prosperar en ella. Sus detractores, quienes se manifestaron vehementemente en contra de las reformas aprobadas, han sido rápidamente desestimados por Moreno Cárdenas como propagadores de mentiras y difamaciones.
Pero la prolongación del liderazgo de Moreno Cárdenas plantea preguntas profundas sobre la democracia interna del PRI y su capacidad para renovarse y adaptarse a un entorno político no solo cambiante sino adverso.
Pero ¿qué implica la continuidad de Moreno para esta capacidad adaptativa? ¿Es una señal de estabilidad en tiempos de crisis, o una muestra de la rigidez y falta de visión a largo plazo? ¿O estaremos acaso frente a una dictadura?
Capítulo oscuro para la política partidista
Si bien esta asamblea ya calificada como espuria fue un acto que ha generado gran controversia y ha sacudido a la política mexicana, Rafael Alejandro Moreno Cárdenas, exgobernador de Campeche y dirigente nacional del Partido Revolucionario Institucional desde el 18 de agosto de 2019, ha logrado, en un movimiento descrito como ignominioso al extremo, reelegirse para continuar al frente del tricolor.
Esta decisión ha sido severamente criticada no solo por antiguos dirigentes priístas, sino también por diversos sectores de la clase política nacional.
Y es que la virtual reelección de Moreno Cárdenas se presenta en un contexto de creciente insatisfacción y descontento dentro del propio partido. Políticos de lo que queda del PRI, han señalado que el proceso de renovación de la dirigencia estuvo plagado de irregularidades, destacando que se llevó a cabo mediante una asamblea clandestina en la que solo se acreditó a personas cercanas a “Alito” Moreno.
Este hecho ha suscitado acusaciones de manipulación y falta de transparencia, exacerbando la crisis de legitimidad que enfrenta el partido.
Una de las voces más críticas ha sido la de Aurelio Nuño Mayer, quien ha calificado la asamblea tricolor de ilegal y un “golpe de cuartelazo” directo al corazón y a la esencia del PRI.
Nuño Mayer, al igual que muchos otros, esperaba que, tras una de las peores dirigencias en la historia del partido, se ofreciera una disculpa a la militancia tricolor y se iniciara un proceso de verdadera renovación.
En lugar de ello, la virtual reelección de Moreno ha sido vista como una consolidación de un liderazgo cuestionado y desacreditado, o quizá como una dictadura al interior del Revolucionario Institucional.
Por ello, Nuño Mayer insiste en que, si se quiere salvar al Revolucionario Institucional, es necesario replantear una refundación del partido.
En este sentido, ha anunciado que presentarán una impugnación formal contra los resultados de la asamblea que reeligió a Moreno Cárdenas, argumentando que se violaron varios puntos de la legislación interna del partido y solicitando la anulación de los acuerdos alcanzados en ese evento que él denomina “cuartelazo”.
La situación actual del PRI bajo el liderazgo de “Alito” Moreno no es solo un reflejo de las tensiones internas del partido, sino también un signo de los problemas más amplios que enfrenta la política mexicana.
La falta de transparencia, las acusaciones de manipulación y el uso de tácticas dudosas para mantener el poder son prácticas que socavan la confianza en las instituciones democráticas y en el sistema político en su conjunto.
La dirigencia de Moreno Cárdenas ha estado marcada por una serie de errores y pifias que han debilitado la posición del PRI en el escenario político nacional.
Desde su llegada al poder en 2019, el partido ha sufrido derrotas electorales significativas en todo el país y ha visto disminuir su influencia y relevancia.
En lugar de asumir la responsabilidad por estos fracasos y buscar una renovación genuina, Moreno Cárdenas ha optado por aferrarse al poder, exacerbando las divisiones internas y alienando a muchos de sus miembros y simpatizantes.
La reciente aprobación de estas reformas a los estatutos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) otorgan al dirigente nacional Alejandro ‘“Alito”’ Moreno Cárdenas un conjunto de super facultades, pues representan una transformación radical en la estructura y funcionamiento del partido.
Este movimiento no solo concentra el poder en manos de Moreno Cárdenas, sino que también redefine el futuro del PRI en maneras que podrían tener profundas implicaciones para la política nacional.
Las nuevas facultades conferidas a Moreno le permiten un control sin precedentes sobre el PRI. Entre las prerrogativas más notables, el dirigente nacional ahora tiene la capacidad de nombrar liderazgos tanto a nivel nacional como local, cambiar el nombre del partido, reducirlo, reestructurar sus sectores e incluso modificar su concepción ideológica.
Esta centralización del poder es vista por muchos como un intento de consolidar aún más su control y minimizar cualquier oposición interna.
Uno de los aspectos más alarmantes de estas reformas es la facultad que se le otorga al dirigente priísta para designar y controlar los liderazgos en las dos cámaras del Congreso de la Unión, en los congresos locales y en las 32 dirigencias estatales del PRI.
Esta medida asegura que Moreno Cárdenas tenga una influencia decisiva en todas las esferas del partido, desde la base hasta los niveles más altos del poder legislativo.
En la práctica, esto significa que cualquier decisión importante dentro del PRI será tomada con su aprobación o bajo su dirección, eliminando efectivamente cualquier vestigio de democracia interna.
La capacidad de cambiar el nombre y la estructura del partido también plantea serias preguntas sobre la identidad y el futuro del PRI.
Estas reformas estatutarias abren la puerta a cambios fundamentales que podrían alterar la esencia del partido, alejándolo de sus raíces históricas y de los principios que han guiado su trayectoria política.
Y es que la concentración de poder en manos de un solo individuo también tiene implicaciones significativas para la dinámica interna del PRI.
La capacidad de “Alito” Moreno para nombrar y controlar liderazgos puede llevar a una cultura de lealtad personal en lugar de un compromiso con los principios y objetivos del partido. Este tipo de estructura puede sofocar el debate interno y disuadir a los miembros de expresar críticas o puntos de vista alternativos, debilitando la capacidad del partido para adaptarse y responder a los desafíos políticos y sociales.
Las reformas también han sido vistas por muchos como un golpe a la democracia interna del PRI. La capacidad de un líder para ejercer un control tan amplio y decisivo sobre el partido puede socavar la confianza de los miembros y del público en la legitimidad del proceso político interno.
La percepción de que las decisiones importantes están siendo tomadas por un solo individuo en lugar de a través de un proceso democrático puede alienar a los miembros y simpatizantes del partido, erosionando su base de apoyo.
La Purga
Y es así que Alejandro ‘“Alito”’ Moreno Cárdenas, anunció en conferencia de prensa la creación de una Comisión Especial destinada a juzgar a los priistas críticos al partido.
Este anuncio, realizado en la sede nacional del PRI, subraya la intención de Moreno de consolidar su control sobre el partido y eliminar a aquellos que disienten con él.
Durante la asamblea Moreno Cárdenas comenzó a exhibir públicamente a expresidentes nacionales de su partido.
En una demostración de fuerza y determinación, afirmó que su dirigencia irá “con todo” para que estos exdirigentes paguen por sus actos.
Entre los nombres mencionados se encuentran figuras como Dulce María Sauri, Manlio Fabio Beltrones, Enrique Ochoa Reza y Pedro Joaquín Coldwell.
Este acto de exhibición pública no solo busca desprestigiar a estos exdirigentes, sino también enviar un mensaje claro a todos los miembros del partido: cualquier crítica o disidencia será severamente castigada.
Particularmente llamativa fue la mención de Manlio Fabio Beltrones, a quien Moreno vinculó con el asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta en 1994, una acusación que no solo es polémica sino también extremadamente grave.
La inclusión de Aurelio Nuño, de quien Moreno destacó que no está afiliado al PRI, también subraya la intención de excluir a aquellos que no se alinean con su visión y liderazgo.
La reacción a estas acciones no se hizo esperar. Francisco Labastida, excandidato presidencial del PRI en 2000, amenazó con renunciar al partido si Moreno Cárdenas continúa como dirigente hasta 2032, porque la permanencia de “Alito” en la dirigencia del partido no cumple con las premisas fundamentales de ese instituto político, señalando que su reelección no tiene nada de democracia y tampoco justicia social, “está negando sus principios”.
Esta declaración resuena con muchos dentro del partido que ven en las acciones de Moreno un ataque a los valores y principios fundacionales del PRI.
El anuncio de la posible expulsión de críticos y disidentes bajo las causales de ir contra la unidad del partido, calumniar al PRI y mentir públicamente, es una clara indicación de la dirección autoritaria que Moreno Cárdenas está tomando.
La creación de esta Comisión Especial, con la capacidad de juzgar y expulsar a los miembros críticos, refleja un intento de silenciar cualquier voz discordante y consolidar su poder de manera indiscutible.
Es, simplemente, una dictadura.
Correo electrónico: aleruz108@gmail.com