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Opinión

LA DESESPERACIÓN DE LOS DESESPERADOS

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POLÍTICAMENTE INCORRECTO

Santiago Alamilla /Sol Yucatán

Hace unos días, el martes de la semana pasada, estudiantes compañeros de los desparecidos de Ayotzinapa protagonizaron un altercado en Palacio Nacional específicamente en la puerta lateral que da a la calle de la Moneda, que es por donde entramos los periodistas que acudimos a las mañaneras del Presidente de la República.

Las acciones se dieron cuando los manifestantes tomaron una camioneta pickup de la Comisión Federal de Electricidad que se encontraba estacionada en aquella vialidad, y con ella a modo de ariete, tumbaron la puerta de Palacio e ingresaron a las instalaciones gritando consignas, y en algún momento tomaron conciencia de lo que había sucedido por lo que sus líderes ordenaron la retirada.

El Presidente de México fue informado de la situación por un reportero, quien le explicó lo que acababa de suceder ya que la información de lo que ocurría no le fue proporcionada por el personal militar que lo resguarda, que además abunda en Palacio Nacional algunos uniformados y otros vestidos de civil, pero que al parecer no tuvieron ninguna oportunidad para evitar que estos manifestantes enardecidos se metieran por la fuerza a la instalación donde en ese momento se encontraba el Presidente.

Es contradictorio que cuando se trata del derecho a la información, la Presidencia usa todos los medios a su alcance para ocultarla y evitar que se conozcan los detalles de los recursos que la fuerzas armadas utilizan, que éstas mismas fuerzas sean las que administran millonarias cantidades de dinero cuyo origen y aplicación se encuentra protegido por la reserva de “seguridad nacional” pero que esta seguridad no aparece cuando por la fuerza un grupo de manifestantes irrumpe en Palacio Nacional poniendo en riesgo a su inquilino más importante.

Esta acción pone sobre la mesa la situación por la que atraviesan miles de mexicanos, la impunidad en este sexenio ha visto niveles que jamás habían sido documentados, la política de abrazos a la delincuencia ha generado que el número crímenes violentos se haya incrementado en esta administración como jamás en la historia de nuestro país.

No solamente los crímenes con violencia ven el máximo número de la historia, sino que la desfachatez y la impunidad con la que la verdad presidencial se impone por encima de cualquier norma o evidencia ya generó desesperación, peligrosa por donde se le vea, en todos los sectores de la población, desde aquellos sin voz a quienes tanto las autoridades como el crimen organizado les pasa por encima, recordemos el caso de Texcaltitlán donde los pobladores se enfrentaron a un grupo armado debido a que las autoridades no pudieron resolver la situación que ahí se presentó, no dejando más opción a los pobladores para defenderse por sí mismos; como a todos los demás quienes ven todos los días un decremento de sus derechos y su seguridad, además de los empresarios que ahora están a merced de los militares, los contratistas favoritos del Gobierno.

El ataque a Palacio Nacional con piedras y tirahules según se puede ver en las imágenes difundidas por la prensa nacional, no es más que la expresión física de la frustración, del hartazgo que existe en la gente al ver que las cosas no han cambiado nada, que la esperanza con la que llegó esta administración se esfumó con el paso del tiempo, sin que se pudiera poner una solución a los problemas que se heredaron de las administraciones anteriores, el clamor de los manifestantes fue principalmente el reclamo a la falta de dialogo con el presidente, quien les ofreció que todo se resolvería cuando ganara la presidencia, sin embargo el sexenio pasó y no se llegó a una solución.

Como es costumbre, López Obrador acusó a todo mundo de hacerle guerra sucia, de conspirar contra su presidencia, de tratar de provocarlo, cuando la lectura es muy simple y sencilla, sin validar las formas el fondo del asunto prevalece ante la palabrería hueca que no puede sostenerse más con datos reales o imaginarios; el asunto no se resolvió, los estudiantes siguen en calidad de desaparecidos, el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes quienes en dos ocasiones intentaron llevar a cabo un ejercicio científico para determinar qué fue lo que pasó, fue obstaculizado por el Ejército Mexicano por lo que decidieron volver a dejar pendiente la investigación.

El ejercicio del poder no es un asunto fácil, es entendible que en cada administración pueda haber éxitos, fracasos y que no siempre las cosas salgan como se pensó que pudieran salir, sin embargo ante una impunidad rampante, donde todos los días se documentan actos de corrupción, enriquecimiento de los amigos, amenazas y agresiones a los periodistas, otros datos que nadie ve pero que son suficientes para intentar ocultar información, la repartición de culpas para evitar hacer un ejercicio de autocrítica y reflexión, son parte de los elementos que han acabado con la esperanza que este pueblo mexicano tenía al inicio de este Gobierno.

La desesperación lleva a actos y acciones desesperadas, el atropello a la razón y a un ejercicio efectivo de reflexión y análisis que puedan corregir el rumbo, sin embargo como para el alcohólico que niega serlo, escuchar todos los días que todo está bien aunque la realidad que se palpa es evidentemente contraria a lo que se dice en el discurso, deja sin opciones a los que ya estaban sin ellas, pero como la esperanza muere al último habían logrado contener su frustración, sin embargo al parecer se les terminó la ilusión a quienes el candidato de 2018 emocionó, pero a quienes el Presidente del 2024 no les cumplió, el presidente de la esperanza los desesperó, y reaccionaron de la única manera que encontraron  para que alguien los escuche, todo el país estuvo atento, todo el país observó como la esperanza terminó, y también como su lucha y su grito desesperado se convirtió a juicio del Presidente en una acción ilegítima orquestada por sus adversarios políticos. No es lo peor no querer ver estando ciego, es no estar consciente de la ceguera.

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