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Opinión

Claudia, el estilo personal…

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Por Noé Zavaleta 

Claudia Sheinbaum Pardo, presidenta electa de los Estados Unidos Mexicanos para el periodo 2024-2030 ha sido electa por más de 35 millones y medio de mexicanos para tomar las riendas del país el próximo sexenio. Su victoria rotunda y contundente, significa un “espaldarazo” pleno a la gestión de Andrés Manuel López Obrador y una garantía continua de que habrán de ser mayoría en la cámara de diputados y senadores, con una oposición replegada, agazapada y visiblemente disminuida.

La doctora y científica Sheinbaum ha dicho que habrá de continuar con el legado de López Obrador y que ella será el “segundo piso” de la Cuarta Transformación; sin embargo, en la realidad se antoja muy distinta. Claudia es Claudia y Andrés es Andrés; y aunque Claudia imita en frases y poses y hasta tonos de voz a López Obrador. en mucho se diferencian y desde su campaña y desde el domingo pasado, ella misma ha optado por dar otra ruta y otro vuelco, para imponer su sello personal de ser y gobernar.

Cuando López Obrador ganó el gobierno en el 2018 mucho se apoyó en Marcelo Ebrard -próximo Senador de la República, en Olga Sánchez Cordero -exsecretaría de Gobernación y exsenadora- y en el empresario Alfonso Romo, quien a la postre sería el jefe de la Oficina de Presidencia. Unos asesores y brazos derechos -o izquierdos, por aquello de la ideología- del ala política, empresarial y judicial. 

Sin embargo, y aun cuando los conteos distritales en todo el país siguen su camino -con resultados ya inalterables-, Sheinbaum Pardo ya nombró al exrector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y médico psiquiatra, Juan Ramón de la Fuente cómo encargado de los trabajos de transición gubernamental, entre lo que habrá de ser el equipo político, académico, cultural, económico y científico de Claudia Sheinbaum y los políticos, servidores públicos judiciales y expriistas que trabajaron de la mano durante un sexenio con López Obrador. 

Es decir, mientras López Obrador recurrió al equipo político que lo acompaño toda la vida para poner los cimientos de su incipiente gobierno en el 2018; Claudia Sheinbaum recurrió a su alma mater -la UNAM- para encabezar los trabajos de transición. Al escoger a Juan Ramón de la Fuente, es obvió que el médico psiquiatra y representante permanente de México ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) también habrá de allegarse de varios académicos, científicos, diplomáticos y gente devenida de la UNAM para comenzar la integración de un gabinete, el cual habrá de ser distinto -no radicalmente distinto, pero si muy diferente- al que en su momento tuvo Andrés Manuel López Obrador.

Otro signo radical, en donde Sheinbaum Pardo ya marcó distancia con el “guion lópezobradorista” fue la relación con la prensa. Apenas ganó, Claudia Sheinbaum se reunió con periodistas extranjeros (franceses, españoles, gringos y latinos) que cubren México y Latinoamérica para mandar una señal a la clase gobernante y al ala empresarial de que le interesa la relación con el exterior, y de paso una relación más amena, al menos cordial con la prensa internacional.

A diferencia del gurú de la Cuarta Transformación, quién desde el inicio de su sexenio, insultó a la prensa internacional, desdeño a la prensa nacional y se refugió en las nuevas narrativas que otorgaban influencers, facebookeros y pequeños medios de comunicación y portales informativos a quienes hizo sus aliados.  

Mucho se ha dicho qué desde Macuspana, López Obrador continuará dirigiendo los destinos de México, que seguirá siendo el gurú moral de la Cuarta Transformación, que tendrá injerencia en las decisiones neurálgicas del país, probablemente sí lo sea, pero solo durante, uno o dos años, el tiempo, que la tolerancia y paciencia de Claudia Sheinbaum fenezca.

En política los fondos son formas, y en México, en los últimos 30 años, no ha existido gobernante sucesor en entidad federativa o país, que se canse del exceso de atribuciones tomadas por su antecesor. 

Tarde que temprano, la doctora Claudia habrá de buscar una “sana distancia” de López Obrador, empezar a desacatar sus órdenes matizadas de sugerencias y sobre todo, tenuemente empezará a delegar al equipo político que tenga el “AMLO” tatuado en la frente. Sólo así, podrá tener un gobierno, medianamente en paz. 

Bastante habrá de conformarse López Obrador, con un “manto de impunidad” para sus hijos los López Beltrán, y los Amilcar Olan, así como “carpetazos” y “sobreseimientos” a los escándalos de corrupción de Pio López, Roció Nahle, Cuauhtémoc Blanco y Joaquín Díaz Mena, por mencionar sólo algunos, para eso, para ello, siempre habrá el apoyo y respaldo irrestricto de la doctora Claudia.

La gran incógnita -hasta ahora no resuelta- y qué habrá de despejarse en sus primeros seis meses de gestión, es cual será su política de combate o displicencia hacía el crimen organizado. Por ahora, se duda y bastante, que se continue con la máxima de “abrazos, no balazos”.

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