Opinión
AYOTZINAPA, NUEVE AÑOS DE RABIA
Por Cristóbal León Campos
Es de noche y no amanece, nueve años han pasado de la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa, las horas siguen acumulándose y el dolor continúa en el rostro de los padres y las madres cuyos hogares fueron destruidos. El silencio de la impunidad se pasea como fantasma entre las calles que reúnen a miles de seres humanos en el mundo exigiendo justicia.
Cae la lluvia y el Sol no seca las lágrimas de un país lacerado en toda su geografía por la violencia del inhumano sistema. ¡Fue el Estado! Se gritó desde las primeras horas posteriores al inicio del horror, y hoy, a nueve años, sigue siendo el Estado con su impunidad compartida entre organismos de Gobierno, el Ejército, la Policía y todas las instituciones represoras que participaron. Bailan en la cloaca inmoral de su soberbia purgando toda posibilidad de verdadera justicia. Se protegen, cubren las pruebas, las tergiversan, retrasan las investigaciones, amenazan y vigilan, siguen reprimiendo de todas formas, y refuerzan la perpetua cadena que apresa a nuestro país en una espiral decadente de injusticia e impunidad.
Hoy, son ya nueve años, miles de horas de lucha por la verdad y la justicia, recordando, siempre recordando a los 43 normalistas. Los seis informes publicados por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) han dejado más que claro la participación directa, con alevosía y ventaja, de todas las estructuras del poder mexicano, las pruebas reveladas (y las aún ocultas también) comprueban lo que el Gobierno Federal de la 4T ha tenido que reconocer: ¡Fue el Estado!, y el entonces presidente de México, Enrique Peña Nieto, sigue impune oculto tras el manto de la muerte. Y, junto a él, generales, políticos, miembros de los cuerpos represivos estatales, que permanecen en libertad o han sido liberados tras una simulada investigación.
Ya son nueve años y no habrá olvido, no lo puede haber, no es un rencor exaltado, es la conciencia y la solidaridad de un pueblo que no dejará morir a los suyos en el olvido y el silencio que pretenden imponer los criminales. La obstaculización de las investigaciones, la falsa “verdad histórica”, los intelectuales cómplices que callaron o tergiversaron los hechos de manera intencionada, forman parte de esa corrupta estructura de poder que aún impide se abran todos los expedientes (militares y civiles), se entregue toda la información y se castigue a los culpables, desde lo más arriba hasta lo más bajo, pues no hay culpa menor, es un Crimen de Estado orquestado con total alevosía, y eso es traición a la patria.
Entre los resultados de las investigaciones del GIEI, resalta que esa noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre de 2014, 180 personas sufrieron violaciones a sus derechos humanos; 6 fueron ejecutadas extrajudicialmente; cerca de 80 fueron perseguidas entre maestros, estudiantes y ciudadanos; más de 40 personas resultaron heridas, muchas de gravedad; 43 normalistas de Ayotzinapa fueron detenidos y desaparecidos forzadamente. Cifras del terror de Estado, pues estos inhumanos actos no merecen otro nombre.
¿Dónde están?, es la pregunta desgarradora que flagela el alma de nuestra nación desde hace nueve años, un México consumido por la voracidad violenta de la sinrazón capitalista. Pero esa misma pregunta es la que sigue moviendo los corazones esperanzados en conocer la verdad, esa esperanza que se levanta por encima de todo el dolor, y sigue abrazando a la resistencia como una forma de vida. Ya son nueve años y seguimos exigiendo justicia para Ayotzinapa: ¡Fue el Estado!
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