El País y el Mundo
Fotorreportaje | Una feria para unir a los pueblos
Hace cinco años, en 2018, la Feria de Tecomatlán ya lograba reunir 120 mil visitantes en ocho días de verbena popular; casi 15 mil personas por día paseaban por el pequeño municipio de apenas cinco mil habitantes.
Por Adamina Márquez
En la mixteca poblana, al sur de la entidad, entre matorrales, cerros y polvaredas, se ubica Tecomatlán, lugar de los tecomates, un oasis en el sentido estricto del término. Este municipio es considerado un hito en la región no solo por el verdor en medio de un clima semidesértico, sino por su historia de superación y desarrollo.
Desde hace aproximadamente tres décadas, “La Feria de la unidad de los pueblos”, como se ha llamado a la feria de este municipio, se ha convertido en una referencia para toda la región mixteca: los pueblos vecinos de Piaxtla, Chinantla, Tulcingo, Acatlán, Matamoros y Huajuapan esperan con ansia el miércoles de ceniza, pues es el periodo en que se realiza esta verbena popular. Su fama incluso ha trascendido las fronteras del estado de Puebla, atrayendo visitantes de entidades vecinas como Guerrero, Oaxaca, Tlaxcala y Veracruz.
No es para menos. Durante una semana, personas de todas las edades y gustos “bajan” a disfrutar de todo lo que ofrece la Feria de Tecomatlán: jaripeo ranchero, juegos mecánicos, torneo de gallos, carreras de caballos, teatro del pueblo, bailes, concurso gastronómico, conciertos, presentaciones de danzas y bailes folclóricos, fiesta religiosa y carnaval. Todo es gratuito; logra con eso el cometido de su lema: una feria para unir a todos los pueblos.
Sin embargo, éste no es el único atractivo de Tecomatlán. Su historia es lo que más conmueve de este municipio. Julio Córdova, uno de los habitantes más longevos del municipio y testigo del desarrollo que ha tenido su pueblo, narra que la fundación de este asentamiento data de la Conquista española; sin embargo, durante muchísimos años, Tecomatlán sufrió el atraso social, la pobreza y el olvido. No fue hasta 1974, cuando un grupo de pobladores y maestros tuvo la iniciativa de unirse y tomar “las riendas” de su municipio para revertir el rancio status quo que impedía a la población salir adelante.
La organización de los lugareños inauguró una forma de estructuración superior y pudieron lograr así lo que hoy son: un ejemplo de progreso para los municipios vecinos, incluso para los de todo el país. Remodelar el edificio de la presidencia municipal fue el primer reto. Después, con el paso de los años y con base en el trabajo colectivo, faenas, actividades económicas conjuntas y mucho sacrificio construyeron, desde sus cimientos, todos los edificios y espacios colectivos que ahora se han convertido en los símbolos de su progreso: la plaza de los fundadores (que solía ser un basurero), el balneario a las faldas de un cerro, el panteón municipal, instalaciones deportivas y el acondicionamiento de una alameda sobre la barranca y, por supuesto, el recinto ferial.
Entre los mayores orgullos de los tecomatecos está la iglesia de San Pedro, una verdadera joya del Barroco; fue construida entre 1578 y 1680, es decir, tiene aproximadamente 445 años de antigüedad. Este recinto religioso está dedicado al patrón del pueblo, San Pedro Apóstol; es también patrono de la “Feria de la unidad de los pueblos”. Debido a los sismos y al deterioro de la estructura principal, el municipio gestionó apoyos para que las autoridades estatales la restauraran y remodelaran. Luego de años de trabajo, la iglesia fue nuevamente abierta en 2018. Ahora cuenta con acabados bañados de oro, pinturas restauradas y un mobiliario nuevo. Es una verdadera joya arquitectónica justamente enclavada en lo más alejado de la geografía poblana.
La otra presea de la que los tecomatecos se hinchan de orgullo, es el sistema escolar integral que no solo está disponible para sus hijos, sino para todos los que encuentran en este municipio una oportunidad de superación. Para los más pequeños se construyó la ludoteca, le siguen el kínder y la primaria; para los adolescentes una Escuela Secundaria Técnica y un Centro de Bachillerato Tecnológico Agropecuario; y para que los jóvenes se profesionalicen en el nivel superior, la localidad tiene el Instituto Tecnológico y una Escuela Normal Superior.
Esto es lo que celebran los pobladores en su fiesta anual: su santo; pero también su historia de lucha y desarrollo, que está disponible, a manera de museo, en el monumental arco que recibe a los paseantes. Los lugareños intentan mostrar y compartir a las más de 120 mil personas que visitan el municipio durante esta temporada de feria, que con unión, trabajo y una ardua lucha, se pueden cambiar las historias de los pueblos, así como Tecomatlán cambió la suya.