Opinión
Cómo cuatro líderes están poniendo al mundo patas arriba
Hemos entrado en una era que promete poco de la prosperidad, previsibilidad y nuevas posibilidades de la época posterior a la Guerra Fría
Por Thomas L. Friedman
región.
Pero si tenemos tres años más de este gobierno extremista de Netanyahu, con su aspiración de anexionarse Cisjordania y gobernar allí a los palestinos con un sistema parecido al apartheid, el Estado judío podría convertirse en una importante fuente de inestabilidad en la región, no de estabilidad, y en un aliado mucho más incierto: más parecido a Turquía y menos al Israel de antaño.
¿Por qué? En un reciente perfil de Bibi publicado en el Times, Ruth Margalit citaba a Ze’ev Elkin, ex ministro del Likud en el gabinete de Netanyahu, que describía así a Netanyahu: “Empezó con una visión del mundo que decía: ‘Soy el mejor líder para Israel en este momento’. Poco a poco se transformó en una visión del mundo que decía: ‘Lo peor que le puede pasar a Israel es que yo deje de liderarlo, y por lo tanto mi supervivencia justifica cualquier cosa’”.
No hace falta decir que ver el esfuerzo de Donald Trump por anular nuestras elecciones de 2020 inspirando a una turba a saquear el Capitolio el 6 de enero de 2021, y luego ver a este mismo hombre convertirse en el principal candidato republicano a la presidencia en 2024, hace que nuestras próximas elecciones estén entre las más importantes de nuestra historia -para que no sean las últimas-. Ese no era el plan.
En la medida en que hay un denominador común que une a estos cuatro líderes, es que todos ellos han violado las reglas de su juego en casa -y, en el caso de Putin, iniciaron una guerra en el extranjero- por una razón demasiado familiar: permanecer en el poder. Y sus sistemas locales -la élite rusa, el Partido Comunista Chino, el electorado israelí y el Partido Republicano- no han sido capaces de limitarlos de forma eficaz o completa.
Pero también hay diferencias importantes entre los cuatro. Netanyahu y Trump se enfrentan a la oposición en sus democracias, donde los votantes pueden destituirlos o detenerlos, y ninguno de los dos ha iniciado una guerra. Xi es un autócrata, pero tiene un programa para mejorar la vida de su pueblo y un plan para dominar las principales industrias del siglo XXI, desde la biotecnología hasta la inteligencia artificial. Pero su gobierno cada vez más férreo puede ser exactamente lo que impida a China llegar hasta ahí, sobre todo porque está provocando una fuga de cerebros.
Putin no es más que un jefe de la mafia disfrazado de presidente. Se le recordará por haber transformado a Rusia de una potencia científica -que puso en órbita el primer satélite en 1957- en un país incapaz de fabricar un coche, un reloj o una tostadora que alguien fuera de Rusia compraría. Putin tuvo que llamar al 1-800-NorthKorea para conseguir ayuda para su devastado ejército en Ucrania.
En última instancia, Trump es el más peligroso de los cuatro, por una sencilla razón: cuando el mundo se vuelve tan caótico, y países tan importantes se salen del plan, el resto del mundo depende de Estados Unidos para tomar la iniciativa en la contención de los problemas y oponerse a los alborotadores.
Pero Trump prefiere ignorar los problemas y ha elogiado a los alborotadores, incluido Putin. Es lo que hace que la perspectiva de otra presidencia de Trump sea tan aterradora, tan temeraria y tan incomprensible.
Porque Estados Unidos sigue siendo el mástil que sostiene el mundo. No siempre lo hacemos con sabiduría, pero si dejáramos de hacerlo en absoluto… cuidado. Teniendo en cuenta lo que ya está ocurriendo en estos otros tres importantes países, si nos tambaleamos, nacerá un mundo en el que nadie podrá hacer planes.
Hay un nombre fácil para eso: la Era del Desorden.
* Este artículo se publicó en The New York Times.-