Policía
MUJERES, ENTRE DROGAS Y PANDILLAS
LAS COLOMBIANAS EXCLUSIVAS DE FRANCISCO BRITO
*En la pandemia nos aventaban la comida, ya ni a los perros trataban tan mal, y si te enfermabas de Covid no te daban ni los medicamentos”, recordó Beatriz, quien estuvo privada de su libertad en el Centro de Reinserción Social para mujeres de Mérida.
*“Se juntaban entre varias para comprar drogas, si tu pregunta es, ¿quién mete la droga?
pues son las celadoras, como lo hacen los celadores en el penal varonil”, respondió
Claudia V. Arriaga Durán/Sol Yucatán
“En la pandemia nos aventaban la comida, ya ni a los perros trataban tan mal, y si te enfermabas de Covid no te daban ni los medicamentos”, recordó Beatriz, quien estuvo privada de su libertad en el Centro de Reinserción Social para mujeres de Mérida.
“Si no tenías dinero para pagar y consentir a las celadoras, te trataban mal”, expuso en otro momento.
A pesar de que en el 2023 el presupuesto que se destinó para el Centro de Reinserción Social Femenil de Mérida (CERESOFE) fue 19 millones 340 mil 415 pesos con 87 centavos para su operación; es insuficiente para que las mujeres internas reciban un trato digno.
Beatriz
Beatriz es una mujer maya que fue encarcelada durante dos años en el Centro de Reinserción Social Femenil de Mérida (CERESOFE). Es originaria de Halachó, pero permaneció como persona privada de su libertad en la capital yucateca. La trasladaron porque, en su caso, era más fácil recibir visitas y llevar su juicio en esta zona geográfica.
Ella, como otras mujeres, permaneció en prisión por defenderse de su agresor. Aunque logró ser absuelta del delito, conoció y vivió de cerca los abusos que se cometen dentro del Cereso para mujeres. No está exento de la violencia, ni del personal operativo -las celadoras-, ni de las propias internadas.
El tráfico de drogas es otra de las cosas que ocurren de manera recurrente. Además, el Cereso para mujeres sí está controlado y dividido por bandos. La entrevista con Beatriz fue en dos momentos, en uno aún se encontraba en prisión y en otro ya en casa con su familia. Motivo por el que se decidió cuidar de su identidad.
“Se juntaban entre varias para comprar drogas, si tu pregunta es, ¿quién mete la droga?
pues son las celadoras, como lo hacen los celadores en el penal varonil”, respondió.
Agregó que “la mayoría -de las PPL*- consumía coca y marihuana, a veces alcohol, la misma celadora se los pasaba”, dijo entre risas.
De los tratos del personal del Cereso para mujeres de Mérida con las mujeres privadas de su libertad, explicó que algunas son buenas y otras malas. Lo que realmente importa es cuánto puedes pagar por tu comodidad.
Beatriz no tenía dinero para pagar por seguridad y buenos tratos. Se las ingenió para adaptarse al sistema y evitar los problemas. No quería favoritismos. Buscaba estar bien y salir pronto para reunirse con su familia.
“Adentro existe el dinero. A algunas mujeres les envían dinero y se sienten con la confianza de buscarte problemas. Les dan a las celadoras para su refresco y entre ellas tapan el problema. Se hacen de la vista chica para no meterse en la riña que ellas tienen en el momento”, relató.
Algunas de las mujeres que están en prisión reciben favores o tratos preferenciales. No siempre es por dinero, en voz de Beatriz, más bien es un delito que se comete dentro del Cereso. Se trata de mujeres extranjeras que tienen contacto exclusivo con el director del Centro de Readaptación Social (Cereso) de Mérida, Francisco Brito Herrera.
“Las más cercanas al director eran unas colombianas, ya te imaginarás, no dé a gratis las ayudan. ¿Qué le puede ver a una de las internas de aquí? Claro que hay mujeres bonitas, pero él busca otra cosa”, afirmó Beatriz.
¿Y las mujeres mayas?
El 11 de octubre de 2023 cerraron sus puertas los Centros de Reinserción Social (Cereso) de Valladolid y de Tekax como centros mixtos. Las mujeres que se encontraban privadas de su libertad en espera de una sentencia o cumpliendo alguna, fueron trasladadas a Mérida.
Las familias no fueron avisadas de los cambios y mucho menos las internas. El traslado afectó sus dinámicas y rutinas.
En voz de expertos en la materia penal como el licenciado en derecho Moisés Velázquez, es un atentado contra los derechos humanos de las mujeres mayas encarceladas.
“Recordemos que un motivo por el cual la mujer está privada de su libertad es porque se están reinsertando para poder llevar una vida fuera de reclusión, entonces, considero que el Estado violó ese deber que tenía de respetar los derechos de las personas privadas de su libertad”, enfatizó.
Un ejemplo es que visitarlas sería mucho más costoso, ya que quienes quisieran verlas tendrían que pagar el pasaje del municipio de origen a Mérida. En un caso lograron que el Gobierno del Estado asumiera el costo, pero solo se tiene certeza de uno.
El Acuerdo SGG 14/2023 se publicó en el Diario Oficial del Gobierno de Yucatán:
“Artículo 1. Reubicación
Se autoriza y ordena la reubicación de las mujeres privadas de su libertad, internas en las Direcciones de los Centros de Reinserción Social de Valladolid y de Tekax, atendiendo a su situación jurídica, de conformidad con lo siguiente: I. Las mujeres sentenciadas que cumplen su sanción privativa de libertad impuesta por el órgano judicial competente serán reubicadas a la Dirección del Centro de Reinserción Social Femenil y, II. Las mujeres privadas de su libertad en cumplimiento a una medida cautelar de prisión preventiva serán reubicadas a la Dirección del Centro de Reinserción Social de Mérida”, se lee.
Malos tratos y poca atención médica
Beatriz ingresó al CERESOFE en 2020 durante la pandemia del Covid. La rutina era aparentemente normal. Describió que se levantaba a las 6:30 de la mañana para alistarse y estar lista para el pase de lista de las 6:55. A las 7:30 hacían ejercicio. A las 2 en punto tocaba lo que llamó “talacha” y a las 3 de la tarde tienen clases de alguna manualidad.
“A las 5 de la tarde regresamos a la celda para bañarte, cambiarte y a las 7 de la noche de nuevo había otro pase de lista y nos íbamos a la cena. A las 9:30 te tocaba otra vez para dormir, ponían candado y no salías”, recordó.
De alguna forma, la rutina ayudó a Beatriz a tolerar la privación de la libertad. Su única meta era salir para reunirse con su familia. Consideró que tener la mente ocupada le permitió a su espíritu sobrevivir.
“El pase mal porque a nadie le gusta estar encerrada. Me estresaba, pero tenía que distraerme, me ponía a tejer, hacía bolsas para vender y matar el tiempo en otras cosas, igual y para sostener mis gastos. Se siente mal estar ahí, la verdad”, lamentó.
Entre las cosas que vivió en el CERESOFE de Mérida fue la desatención médica. En la pandemia del Covid las tuvieron en cuarentena y sí se enfermaban no les daban los medicamentos. No existía atención de ningún tipo.
Relató que en otra ocasión su compañera de celda tuvo un ataque de claustrofobia y ansiedad. Se le dificultaba respirar y no había ninguna celadora para auxiliarla. En un intento desesperado por ayudarla, Beatriz subió a la última cama de la litera, que colindaba con una ventana hacia la caseta de seguridad; desde ahí pidió ayuda a gritos. Una hora después llegó una celadora.
En alguna ocasión a ella intentaron golpearla otras internas y las celadoras le aventaban su comida. Intentó quejarse y envió un escrito y solicitó una cita con el director del Centro de Readaptación Social (Cereso) de Mérida, Francisco Brito Herrera. Es consciente de que nunca recibió el documento porque la jefa de celadoras fue a hablar con ella. La amenazó con que sí estaba segura de lo que haría. A partir de ese punto dejaron de violentar a Beatriz porque les advirtió que no se quedaría callada”.
*PPL: Persona Privada de su Libertad