Opinión
Gobernadores, alcaldes y empresarios destructores de la Mérida que se nos fue…
Por Sergio Grosjean
Comentábamos que si realizamos una mirada retrospectiva a nuestra Mérida desde la óptica estética y funcional, nos resulta evidente que el horizonte se ha transformado de manera negativa si lo comparamos con los albores del siglo XX, y los artífices de tal efecto han sido gobernadores, alcaldes y empresarios, y es por ello que ofreceremos un ejemplo de cada uno de ellos para posicionarnos en la antesala en la que presentaremos algunos escándalos que por alguna razón se han olvidado.
El gobernador destruyó por fanatismo.
En el año de 1915 llegó al poder del estado el sonorense Gral. Salvador Alvarado Rubio, quien sobresalió al darle destacado impulso a la educación en Yucatán, en contra parte, que es el tema en cuestión, derivado de su postura fanática anticlerical, muchas de sus acciones estuvieron encaminadas a mermarle poder a la iglesia católica, y para ello, decretó cerrar sus templos y expulsar religiosos, a tiempo que ordenó saquearlos, destruirlos o transformarlos, incluyendo la Catedral San Ildefonso que fue brutalmente desvalijada la noche del 24 de septiembre de 1915, cuando una turba de bárbaros -ante la mirada del gobernador desde el balcón del palacio de gobierno según algunas crónicas-, echó por tierra la puerta destruyendo todas sus imágenes y retablos, siendo que con esa acción se perdieron tesoros culturales irrempalzables.
Aunado a ello, en 1916 ordenó que se demoliera la sacristía y la capilla de San José a fin de separar la catedral de la sede del Palacio Episcopal y con ello se crea el “Pasaje de la Revolución”. Un caso emblemático de aquel período fue la expropiación de la iglesia conocida como “Dulce nombre de Jesús” o “Jesús María” que se ubicaba en la calle 59 por 62 y 64.
El militar, siendo presumiblemente masón, ordenó la transformación de este templo católico en masónico. Esta obra se la confió al arquitecto Manuel Amábilis quien demolió sus sobrias torres, sepultó bellos frescos que ornamentaban la bóveda de cañón corrido y transformó esta bella iglesia colonial en el posiblemente primer edificio de estilo “Neomaya” el cual se le entregó en comodato a una logia masónica.
Finalmente, en 1950 fue destruido con la supuesta intensión de construir un teatro, y del cual no se puso siquiera la primera piedra y por obscuras razones la propiedad pasó a manos de un particular y convertido en un estacionamiento. ¿Será que sucederá lo mismo en el presente con predios que pertenecen al ISSTEY que ya es vox populi se barajean? Solo digo…
Un alcalde demuele por ignorancia.
El alcalde Efraín Ceballos Gutiérrez, quién en el año de 1974, luego de basarse en supuesto estudio, a mazo y pico ordenó demoler el edificio llamado “El Olimpo” construido alrededor del siglo XVIII, que luego de varias remodelaciones hechas por sus diversos propietarios -que allá habitaban-, en los albores del siglo XX el uso del edificio se tornó eminentemente comercial, y es precisamente en esa época cuando surge el restaurante “El Olimpo” -que realmente también era restaurante café y cantina; negociación que por asociación le proporcionó el nombre al edificio.
Fue una verdadera lástima tal demolición, ya que además de ser bello portaba elegantemente diversos estilos arquitectónicos que testificaban su transformación, y siendo objetivos, no era necesario destruirlo, ya que indudablemente podía restaurase.
El sitio funcionó como estacionamiento hasta principios del actual siglo cuando el ex alcalde Patricio Patrón tomó la decisión de construir un edificio que emulaba al demolido, y hasta ahora no me explico porqué no hicieron el mismo o al menos la primera crujía, y porqué la terquedad de hacer una fachada desabrida que dista años luz de tan antigua, elegante y bella fachada. Las imágenes no mienten.
Empresarios arrasan por negocio.
Dos Empresarios, de manera despiadada destruyeron una de las casas más bellas que Mérida haya visto a lo largo de su historia. El edificio fue demolido en los años ochentas para transformarse en un antiestético y corriente estacionamiento, y a esta situación le acuñaría: un cráter en el rostro del centro histórico de Mérida.
La casa del hacendado don Sixto García, ubicada contra esquina de la iglesia conocida como monjas en el cruzamiento de las calles 64 por 63, competía en belleza con la propiedad más suntuosa que podamos imaginar, y fue precisamente en esa edificación donde se alojó el presidente Porfirio Díaz en su histórico viaje a Yucatán.
Este solo es el principio de una extensa lista que llegará hasta el presente ¿De cuales te acuerdas?